El pasado martes
conmemoramos el cuarto aniversario de la muerte del Hermano
Gilberto Poza, quien nos dejara un día 11 de septiembre del año
2003. Fue profesor de religión, psicología, filosofía y
orientador en nuestro Instituto. Además hizo clases en la
Facultad de Educación de la Universidad Católica.
La sección de 2º a 6º básicos de nuestro colegio
lo recordó con una oración por su descanso eterno. El profesor
Joel Tapia, quien fuera su alumno, recordó que era un hermano
bastante serio, pero defendía el tiempo de ocio, que es el
tiempo en que nos conocemos y también conocemos a Dios. Es un
aprendizaje que hasta hoy, como adulto, lo recuerdo, señaló.
En la capilla de nuestro colegio, los alumnos de
3º y 4º Medios, ciclo que lleva el nombre del Hermano Gilberto
Poza, oraron y reflexionaron en torno a su vida. El profesor
Sergio Taiba, quien fue su alumno tanto en el colegio como en la
universidad, destacó algunos aspectos de su vida: Si hay algo
que creo haber captado de él era cómo invitaba a quienes éramos
sus alumnos a conectarnos con cosas esenciales. Lo esencial para
él era la vocación, el llamado a ser personas ante los ojos de
Dios. Concluyó señalando que el Hermano Gilberto nos dejó
vida, para que la hagamos crecer.
Los presidentes de los cursos de dicha sección
recibieron un ejemplar de la Revista Viento Norte, que recoge
aspectos de la vida personal y religiosa del Hermano Gilberto
Poza. La publicación lleva ese nombre porque él llamó así a un
mural en el que recolectaba todas las noticias que provocaron
cambios en nuestra sociedad.
Por la tarde, en la capilla de la Sección de
Media Superior se realizó la eucaristía a cargo del Padre Jorge
Laplagne, con la presencia de los profesores de la Sección que
hoy lleva su nombre, más nuestro rector, Jaime Inostroza,
docentes y administrativos invitados.
En la homilía el Padre Jorge recordó algunos
aspectos de la vida del Hermano Gilberto, especialmente para
quienes no lo conocieron: Transmitía pasión cuando hablaba,
mostraba pasión por todo lo que hacía, su incansable amor al
trabajo y al prójimo se mezcló en sus últimas visitas por el
colegio con la inmensa ternura que muchos le vimos al mirar a
los niños. Siguió a Cristo de manera incondicional y puso sus
afectos siempre en las manos de María. Además agradeció la
presencia del Hermano Gilberto entre nosotros, su legado y
cuanto quiso a los que fueron sus predilectos: los niños y los
jóvenes a los que les tocó servir.