Ni el frío, ni la lluvia impidieron que el domingo 17 de julio partiéramos en nuestra gran aventura. 100 niños, niñas y jóvenes, tres buses cargados de emociones, expectativas, ansias y felicidad. Comenzábamos lo que sería una nueva aventura para después contar y recordar.
Llegamos a Los Manantiales de Panquehue, Región de Valparaíso, e inmediatamente descargamos y comenzamos a armar el campamento. Hicimos la inauguración y comenzaron las actividades...
Por un lugar, los más grandes vieron lamentable derrota de Chile en la Copa América, mientras los más pequeñitos de la Manada y la Bandada jugaban, gritaban, saltaban y bailaban, para calentar los cuerpos en la fría noche.
Día lunes, y todo marcha viento en popa. Niñas y niños, con una sonrisa de oreja a oreja, vivían su “locura” Scout. Los pequeños y pequeñas jugaban y aprendían con los distintos talleres. Los “medianos” disfrutaban con sus amigos, compartiendo con ellos en diferentes actividades. Y los más grandes tenían una jornada de servicio, visitando un jardín infantil de la comuna.
Martes, y se notaba un aire extraño. Para algunos... ¡era la última noche de campamento! Por un lado, esperábamos con ansias nuestro fogón, por otro, sabíamos que era “el comienzo del final”.
Esa noche sería única: los Lobatos más antiguos dejarían la Manada Solraypen, mientras en la Tropa Acutunailen esperaban ansiosos a sus nuevos miembros; la Bandada Amuillan tendría una velada de ceremonias; y los más grandes, de la Avanzada Alhuecalquín y el Clan Sexto, celebrarían su Peña; el Grupo entero celebraría su fogón de cierre de campamento.
Miercoles 20: la pena de terminar el campamento. Insistían en quedarse, pero había que volver. Algunos se despidieron, sin antes celebrar a unos cumpleañeros, mientras otros seguían sus actividades hasta el viernes por la tarde. Volvíamos a Santiago, con mil y una historias nuevas que contar a papás y amigos. Sin duda se presentaron problemas, pero nada que los beneficiarios (con ayuda de sus dirigentes y guiadoras) no pudieran solucionar.
Cada alegría, tristeza, éxito o fracaso significaba un logro. Progresiones y promesas sellarían lo alcanzado. Así cada uno creció en la Espiritualidad Guía y Scout Marista, acompañados de las enseñanzas de Sir Baden Powell. Este campamento será recordado como otro paso más en la vida del Grupo Guías y Scout del Alonso de Ercilla.