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Despedida de una educadora
Por
Instituto Alonso de E.
Publicado:
8 Enero 2008
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Con motivo del alejamiento de nuestras aulas de la Sra. Ester Vargas Grandón, tras 35 años de docencia, el profesorado en pleno le rindió un homenaje con un almuerzo de camaradería efectuado el día jueves 2 de diciembre recién pasado en el Estadio Marista.
¡Gracias Ester¡ por tu dedicación, entrega y servicio brindada a nuestros alumnos. Suerte en tus nuevos proyectos.

A continuación se transcribe el discurso pronunciado para la ocasión, por Ernesto Reyes Plaza. “A mi querida maestra:

Apreciada Ester:

En el año 1990, hace ya casi 18 años, me correspondió ingresar como profesional a está querida institución Marista, y en un gesto casi ciego en mi primer día laboral me senté en la Biblioteca y el primer rostro que encontré a mi lado fue de aquella educadora que me formó en mis primeros años de escolaridad a mediados de la década de los setenta. Era el mismo rostro, la misma sonrisa serena y sencilla que transmitías a cada generación que ayudaste a crecer. Fue el gesto para sentirme nuevamente en casa.

Los primeros años para toda persona son claves para la formación de la plataforma fija que genera un futuro y serio proyecto de hombre. Somos muchos los agradecidos de ese permanente equilibrio que nos entregabas de “una autoridad firme pero llena de afecto” para darnos todo para nuestro crecimiento y felicidad. Sin duda, que toda partida de su segunda casa no será fácil, pero por favor, debes caminar a un andar mucho más tranquilo, pero convencida que entregaste siempre lo mejor de ti para generar las primeras semillas que por el amor sembrado tenían ricas y fructíferas cosechas. Sabemos muy bien que en el lugar que te encuentres, seguirán recibiendo la riqueza de tu permanente rol de educadora Marista. Llévate en tu corazón el convencimiento que encarnaste lo que Champagnat legó a cada educador Marista: “Que con cada uno de nuestros actos mostremos a Jesucristo y sientan nuestros alumnos que él les ama”. A través de tu persona queremos recordar a otra gran maestra, Gabriela Mistral, que en su puño cifró parte de tu andar educativo:Hazme fuerte aun en mi desvalimiento de mujer,
y de mujer pobre; hazme despreciadora de todo poder que no sea puro,
de toda presión que no sea la de tu voluntad ardiente sobre mi vida.
Aligérame la mano en el castigo y suavízamela más en la
caricia. ¡Reprenda con dolor, para saber que he corregido amando!

Y, por fin, recuérdame desde la palidez del lienzo de
Velásquez, que enseñar y amar intensamente sobre la tierra
es llegar al último día con el lanzazo de Longinos en el costado
Ardiente de amor.
Queridísima Ester, gracias, un millón de gracias por cada delicado detalle que nos regalaste en cada dulce amanecer. Nunca hubo una seña de menosprecio ni amargura emanado desde tu rostro. Nos dejas un gran legado a los que crecimos a tu alero, el de educar siempre sonriente a pesar de las dificultades que se encontraban en ocasiones. Ten por seguro que mantendremos esa mezcla perfecta para seguir “educar amando”, y que tu presencia, con tus delicados afectos, siempre estará entre nosotros.

Un Exalumno agradecido”.

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